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domingo, 27 de enero de 2013

CRÓNICAS DE AVALON PARTE 4. IAPETUS Y NIBIRU, CRÓNICAS DE AVALON PARTE 5. VIAJE AL CENTRO GALÁCTICO Y A MI INTERIOR



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CRÓNICAS DE AVALON PARTE 4. IAPETUS Y NIBIRU
21 de febrero de 2010

Ya me he referido en una Crónica anterior a la villa rural en la que Nimue reside. Lo que no os he contado todavía es que en la parte superior de la chimenea que domina el salón principal, protegida a buen recaudo en una urna de cristal empotrada en la pared de piedra, reposa un objeto muy singular. Seguro que habéis oído hablar de él. Se trata de la ilustre espada que perteneció al rey Arturo, la afamada Excalibur. Aunque éste no es su verdadero nombre, sino Scaledflwch.

-Scaledflwch-, me indicó Nimue la primera vez que me habló de ella, -no tiene una traducción directa, sino que es la suma de dos significados: por un lado, “scaled”, cuya traducción es “cortar de un tajo” o “corte profundo”; y, por otro, “flwch”, que puede ser interpretado como “fulgor” o “rayo”. Por tanto, Scaledflwch, o Excalibur cual tú la llamas, hace referencia a un rayo que produce un corte duro, seco y hondo. De hecho, en esto se convertía en manos de Arturo, dándole un poder que lo hacía casi invencible -.

-¿Qué edad tenía Arturo cuando logró sacarla de la piedra en la que estaba incrustada-, le pregunté basándome en la leyenda que he visto reflejada en tantas producciones cinematográficas.


-Scaledflwch no es aquella espada clavada en una roca y que sólo Arturo, como legítimo sucesor de Uther Pendragon, pudo arrancar-, me contestó Nimue con un cierto tono de cansancio, mostrando que no era precisamente la primera vez que tenía que explicar aquello a alguien.

-¿No?-, me limité a decir.


-No, Emilio. Scaledflwch fue creada expresamente para Arturo bajo las directrices de Viviana, una Maestra de Hadas que fue compañera de Merlín cuando éste aún era joven. Al morir Arturo, Merlín decidió que yo la custodiara. Y me explicó que se forjó fundiendo metales no existentes en la Tierra y que fueron traídos desde otro planeta-.

Observando mi cara de extrañeza, exclamó:


-¡No creerás que la Tierra es el único lugar del Cosmos donde habitan seres inteligentes!-.

Aquella conversación quedó ahí. Pero su contenido se grabó en mi memoria. Tanto como para que fuera uno de los asuntos que traía en la cabeza cuando arribé a Ávalon, dispuesto a profundizar en él en cuanto tuviera ocasión.

Y esta se presentó hace unas pocas fechas. Aproveché que Nimue me invitó a comer a su casa y que, por el frío reinante, colocó la mesa muy cerca de la chimenea sobre la que luce Scaledflwch. Mientras nos deleitábamos con un espléndido arroz con setas cocinado por ella y bebíamos cerveza de doble malta regalada por Morgana, en un punto de la conversación saqué a colación la composición metálica de la espada, recordándole lo que me había comentado en su momento al respecto. Tras lo cual, afirmé con convencimiento:

-No tengo dudas de que existe inteligencia extraterrestre. Es obvio que el Universo es Vida. Y seguro que ésta se manifiesta en multitud de modalidades de existencia desparramadas por sistemas solares y galaxias-.

-Haces bien en creerlo, pues así es-, me interrumpió. -Pero no tienes que irte tan lejos. Hay vida alienígena en nuestro propio sistema solar, llamado Ors por vosotros y Oort en Ávalon. Y no porque venga de fuera del mismo, sino porque está en él, desde ¡vete a saber cuándo!. Aunque no lo divulguen, muchos científicos y astrofísicos contemporáneos saben ya, por ejemplo, que Jápeto o Iapetus, el octavo, en distancia, satélite de Saturno, es realmente un objeto manipulado artificialmente-.

-¿Iapetus?-, la interrogué.

-Mide aproximadamente 1.500 kilómetros de diámetro; y es, tras Titán y Rea, el tercero en tamaño de los que orbitan Saturno. Tarda exactamente 79,33 días en completar una vuelta alrededor del planeta, a una distancia media de 3.5 millones de kilómetros. Fue descubierto, en 1671, por Giovanni Cassini, en cuyo honor se denominó la sonda espacial que lleva su nombre. Y la comunidad científica lo considera el satélite más misterioso y chocante de Ors. La propia NASA ha reconocido su rareza, aunque argumenta que su formación se debe a residuos ancestrales de cuerpos sólidos o colisiones cósmicas durante el origen de nuestro sistema solar. Pero hay quienes han ido más allá en sus indagaciones y conclusiones. Es el caso de Richard C. Hoagland, que en 2005 acometió el análisis más completo y detallado que hasta ahora nadie haya efectuado sobre Iapetus-.

-Veo, Nimue, que eres una experta en esta luna saturniana-, proferí entusiasmado en tanto me daba un descanso en mi mano a mano con el arroz y apoyaba mi espalda en el duro, pero cómodo, respaldo de la silla de madera de roble en la que me había acomodado.


-Es algo que sabemos todas las hadas-, alegó con soltura a la par que me lanzaba una guiñó con su ojo izquierdo y llenaba mi vaso con más cerveza de espesa malta para reponer la que me sirvió al poco de sentarnos a comer.

-¿Y qué demostró Hoagland?-, le inquirí tras dar un largo trago al tostado y turbio líquido, que en la Isla de Cristal, en afinidad con arcaicas culturas, valoran cual bebida sagrada.

-Pues lo que aquí sabemos hace siglos. Primero, gracias al examen de la configuración y características del satélite respecto de la reflexión de la luz solar, constató su particular forma geométrica dodecaedral-esferoidal. Y seguidamente, comprobando su rotación, se percató de una peculiaridad única en Ors: Iapetus tarda exactamente lo mismo, los 79,33 días que te apunté antes, tanto en completar una vuelta en torno a Saturno como en rotar sobre su propio eje. Es como si la Tierra se tomara en girar sobre sí misma no 24 horas, sino los 365 días que tarda en hacer una rotación completa alrededor del Sol-.

-¡Sorprendente!- exclamé.

-Y la cosa no termina ahí. Estudiando las fotos tomadas precisamente por la sonda Cassini el 31 de Diciembre de 2004, a 65.000 kilómetros de Iapetus, Hoagland detectó zonas que revelan una geometría artificial, con planos cuya morfología geométrica es incompatible con un satélite natural. Destaca, en especial, una inmensa arista rectilínea que supera los 18.000 metros de altura, algo más del doble que el Monte Everest, que divide su ecuador, conformando una gran cordillera o pliegue central. Y asombrosas formas rectilíneas tridimensionales que se repiten por toda la superficie del astro, así como vestigios de torres y arquitecturas verticales muy elevadas que nada tienen que ver con la naturaleza-.

-¿Estás al tanto de lo qué la NASA opina al respecto?-.

-¡Qué quieres que opine!-, respondió evidenciando la candidez de mi pregunta. -Nunca ha aclarado el por qué de estas “anomalías”, ya que no existe una explicación “natural” que alcance a explicar la configuración esferoide de Iapetus, ni su enorme pliegue central, ni las demás singularidades que te he resumido. Eso sí, en 1980, Donald Goldsmith y Tobias Owen escribieron textualmente en un informe para la NASA que “esta inusual luna es el único objeto del sistema solar que podemos seriamente considerar como un signo alienígena, un objeto natural deliberadamente modificado por una avanzada civilización”-.

-¿Qué conclusión alcanzó Hoagland?-, la interpelé sin poder ocultar mi emoción por lo que estaba escuchando.

-Una muy parecida: que la geometría y rotación de esta luna de Saturno implica algún mecanismo interno de automotricidad, que desafía rotundamente los patrones conocidos de todos los demás satélites de Oort y pone de manifiesto la existencia de algún tipo de propulsión interna que le hace describir un movimiento programado respecto de Saturno. Y concluyó aseverando que Iapetus fue construido fuera de nuestro sistema solar y traído después a Saturno-.


-¿Y fueron los “habitantes” de Iapetus los que acarrearon a la Tierra los metales con los que se fraguó Scaledflwch?-.

-No, Emilio, el material con que se forjó la espada proviene, efectivamente, de nuestro sistema solar, pero de un astro más lejano que Iapetus. ¿Has oído hablar de Nibiru?-.

Nimue había terminado de comer y se limitaba a beber, de vez en cuando, pequeños sorbos de cerveza para acompañar la plática. Tenía el rostro iluminado lateralmente por el refulgir de las llamas en la chimenea, de modo que podía ver la comisura de su boca ligeramente estirada, como si esbozara una sonrisa. Su belleza aturdía. Y en la expresión facial, en los ademanes y en el tono de voz se le notaba que no es que creyera lo que me estaba desvelando, sino que lo sabía con la certeza de quien hubiera estado en esos remotos parajes del espacio exterior.

-Lo que conozco de Nibiru-, le respondí, -lo he leído en Crónica de la Tierra, la monumental obra de doce volúmenes del investigador ruso Zecharia Sitchin, experto en lenguas muertas. Su nombre significa "lugar que cruza" o "lugar de transición" y para los antiguos babilonios era un cuerpo celeste asociado al dios Marduk. Sitchin recorrió el mundo traduciendo miles de tablillas de arcilla localizadas en distintos museos de los cinco continentes. Y en ellas encontró descrito el origen del ser humano, tal como hoy lo concebimos, según los sumerios, la primera civilización conocida en la historia de la humanidad, que responsabilizan de la creación de la especie humana a seres extraterrestres, los anunnaki (el Libro del Génesis (6,4) los denomina nefilim), que habrían provocado un salto en lo evolución de los primates hominoideos mediante la manipulación genética-.

Miré a Nimue a los ojos, comprobando que me observaba con atención, por lo que continué mi disertación:

-Uniendo las aportaciones de Sitchin a las de Drunvalo Melchizedek, vertidas en el primer volumen de su libro El antiguo secreto de la flor de la vida, los nefilim, seres gigantes, de hasta cuatro metros y medio de altura, capaces de vivir muchos miles de años, recalaron por vez primera en la Tierra hace unos 450.000 años. Su objetivo era extraer oro, mineral que precisaban con urgencia para la supervivencia de su mundo y del que habían localizado grandes betas en el sudeste del actual continente africano. Durante milenios hicieron este trabajo ellos mismos, hasta que, al surgir conflictos, optaron por utilizar a criaturas nativas, hominoideos aún simiescos, para lo que tuvieron que realizar en ellas actuaciones de ingeniería genética dirigidas a incrementar su capacidad e inteligencia. Fue así como apareció el ser humano hace unos 200.000 años-.

Por su semblante, me daba la impresión de que no estaba informando a Nimue de nada que no supiera de sobra, por lo que no me extrañó su pregunta:

-Y, según Sitchin, ¿dónde se localiza Nibiru?-.

-En su descripción de la cosmología sumeria, se refiere Nibiru como el “12º planeta” o “Planeta X”, que incluye la descripción de 10 planetas, más el Sol y la Luna. Igualmente, indica que en la antigüedad se habría producido una colosal colisión de uno de sus satélites con Tiamat, un planeta que habría estado situado entre Marte y Júpiter. De esta catástrofe cósmica nació el cinturón de asteroides y el propio planeta Tierra y su satélite, la Luna. Como consecuencia del choque, Nibiru habría quedado atrapado en el sistema solar, volviendo al lugar de la colisión periódicamente en una órbita excéntrica. Sitchin cita algunas fuentes que, según él, hablarían sobre el planeta, describiéndolo como una estrella, concretamente una estrella enana marrón ubicada en una órbita sumamente elíptica alrededor del Sol, de unos 3.600 a 3.760 años. Sitchin atribuye estos datos a los astrónomos de la civilización maya-.

Nimue asintió con la cabeza, pero no parecía satisfecha. Me dio el tiempo justo para que apurara mi plato e, inmediatamente, me cuestionó con su habitual contundencia:

-¿Algo más?-.

¿Aún más?, pensé para mis adentros:

-Agregar quizá que el escritor e investigador turco Burak Eldem ha sugerido que, realmente son 3.661 años los que duraría el período orbital del supuesto planeta, anunciando su "fecha de vuelta" para el año 2012. Según él, 3.661 es un séptimo de 25.627, que es el ciclo total "de 5 años mundiales" según el calendario maya extendido. Añade que el último paso orbital de Nibiru sucedió en el año 1649 a.c., causando grandes catástrofes sobre la Tierra, como las erupciones que dieron forma al archipiélago volcánico de Santorini, la antigua Thera, en el mar Egeo-.

-Bueno… -, Nimue apuró su cerveza antes de proseguir, -veo que también tú eres un experto en estos temas. Aunque hay varios extremos que, si quieres, te puedo precisar y hasta corregir-.

-¡Por supuesto!. Soy todo oídos-, expresé con franqueza, ya que tenía verdadero interés en que me revelara todos sus conocimientos sobre el asunto, que presumía apabullantes.

-Intentaré ir al grano, Emilio. Para empezar, la colisión con Tiamat, de la que surgió la Tierra o Gaia, la Luna y el anillo de asteroides entre Marte y Júpiter, se produjo hace miles de millones de años, mientras que, por los anales que manejamos en Ávalon, la fecha de la manipulación genética acometida por los anunnaki para gestar la especie humana es mucho más reciente, pues tuvo lugar en el año 198.214 a.c.. Ahora bien, este es el momento de la operación final, por expresarlo de algún modo, pues antes habían hecho otros experimentos genéticos cuyos resultados no fueron satisfactorios para los nefilim, bien porque se quedaron cortos en su objetivo de dotar a los primates hominoideos con el nivel de inteligencia y capacidad física pertinentes para que pudieran serles útiles, bien porque las criaturas resultantes eran demasiado inteligentes, excesivamente parecidos a ellos mismos. Prueba y error. 


¿Comprendes?-.

-Perfectamente. Continúa, por favor-.

-Por otra parte, Nibiru no es una estrella, sino un planeta que gira en torno a una estrella apagada, una enana marrón, que es hermana de nuestro Sol, en el sentido que conforma con él nuestro sistema solar-.

-Perdona, Nimue, pero no te entiendo-.

-Es sencillo. Las investigaciones mas recientes evidencian que un elevado porcentaje de estrellas son parte de sistemas de, al menos, dos astros. Y muchos de los sistemas solares que nos rodean son binarios: están compuestos por dos estrellas que orbitan mutuamente en torno a un centro común. Ors no es una excepción a esta regla y nuestro querido Sol cuenta con una compañera. Aquí la denominamos Soldwarg-.

-¿Por qué no la vemos?-, fue lo primero que se me vino a la cabeza.

-Un científico te contestaría que debido a que estamos en un sistema solar binario astrométrico, es decir, sistemas dobles en los que sólo es visible un componente. El otro objeto, el invisible, suele ser un cuerpo de luz muy baja o de luminosidad nula, normalmente una enana roja o una enana marrón. La acompañante del Sol es esto último, una enana marrón, tipología de estrella que los astrofísicos definen como de masa subestelar e incapaz, por tanto, de mantener reacciones nucleares continuas de fusión del hidrógeno de su núcleo. Es una especie de estrella “fallida”, pues contienen los mismos materiales que el Sol, pero ostenta una masa insuficiente para brillar. Además, tampoco su volumen es muy grande, similar al triple de Júpiter. Y si podemos detectar que existe es por el tirón gravitatorio que produce, sobre todo cuando se acerca al Sol, lo que explica determinadas anomalías gravitatorias existentes en Ors para las que la ciencia “oficial” no tiene respuesta-

-¿Y a qué distancia del Sol se localiza Soldwarg?-.

-Depende del momento de la órbita mutua, que marca un periodo de rotación de 3.600 años. En la fase de mayor alejamiento, la distancia entre ambos astros va más allá de las 70 unidades astronómicas (una unidad astronómica –ua- es igual a la distancia media entre la Tierra y el Sol, casi 150 millones de kilómetros). Y en los de más acercamiento, ronda los 40 ua-.

-Esto significa que la velocidad media de aproximación entre ambos supera el millón de kilómetros al año-.

-En concreto, 1.250.000 kilómetros anuales: en 36 siglos la distancia oscila en unos 4.500 millones de kilómetros, 30 ua. Pero esto no es lo trascendente, sino otros dos hechos. Por un lado, hay que tener en cuenta que Plutón se halla a 39,5 ua, por lo que, en el periodo de mayor cercanía, la estrella marrón se sitúa adyacente a la frontera de lo que asumimos como nuestro sistema planetario, delimitado por la serie de planetas que van desde Mercurio al referido Plutón. Y, por otro, la enana marrón no viaja sola, sino que la acompañan varios planetas que giran a su alrededor. Uno de ellos es precisamente Nibiru, que se caracteriza por una órbita bastante extraña, con un movimiento elíptico que presenta grandes parecidos, a su escala, con el de Iapetus-.

-De ahí que, en la protohistoria cósmica, Nibiru llegara incluso a introducirse entre Júpiter y Marte, colisionado con Tiamat-, le apostillé.

-Efectivamente. Y muchísimo tiempo después, los habitantes de Nibiru aprendieron a usar en beneficio propio la aproximación de la enana marrón al Sol, aprovechando esos estadios del ciclo para efectuar sus incursiones en la Tierra-.

-¿Y el Sol, Nimue, se ve afectado de algún modo durante la fase en la que se reduce al máximo la distancia entre él y Soldwarg?-.

-Sí, sensiblemente. Sufre una especie de balanceo ocasionado, por los impactos de la interacción gravitatoria, alterando su radiación electromagnética-.

Visto lo cual, la siguiente pregunta estaba cantada:

-¿Y en qué periodo de la órbita del sistema binario nos encontramos?-.

Nimue guardó silencio. Por unos segundos creí que no me iba a responder. Finalmente dijo:

-Nos estamos acercando al de mayor vecindad-.

-Esto explica-, me pareció una conclusión obvia, -los cambios climatológicos y atmosféricos que parecen afectar a todos los planetas del sistema solar, incluida la Tierra-.

-Es un factor notable a la hora de comprender el auténtico origen del cambio climático que vive Gaia, si bien hay una razón de bastante más peso que, teniendo también perfil cosmogónico, se relaciona con el tránsito periódico de Oort por la Vía Láctea. Pero sobre este asunto específico, Merlín es el experto. Pregúntale a él-.

Como podéis imaginar, le hice caso a Nimue e interrogué al Gran Mago en la primera oportunidad que tuve. ¿Qué me desveló?. Pues cosas tan asombrosas que bien merece la pena que les dediqué la próxima Crónica. 


 CRÓNICAS DE AVALON  PARTE 5. VIAJE AL CENTRO GALÁCTICO Y A MI INTERIOR

21 de Marzo 2010

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La velada en casa de Nimue que os relaté en la Crónica precedente dejó una fuerte huella en mi interior. Durante días, Iapetus, Nibiru, los nefilim, el Sol y su compañera Soldwarg agitaron mi mente y mi alma. Se me aparecían incluso en sueños y llegue a temer que se convirtieran en algo obsesivo.

Como consecuencia de esta ansiedad y también porque intuía que era el mejor medio de superarla, abordé a Merlín en la primera oportunidad que se presentó, compartiendo con él lo hablado con Nimue y rogándole que me explicara lo que ella me había adelantado para, finalmente, remitirme a él como verdadero experto en el tema. No sé por qué, pero intuía que conversar con el Gran Mago no sólo me aportaría nuevos saberes, sino que, muy especialmente, me devolvería la serenidad.

Fue una mañana de cielo limpio y azul, viento calmado y temperatura propicia para un paseo largo y sosegado. Sin embargo, me hallaba voluntariamente enclaustrado en mi habitación escribiendo unos apuntes –Variaciones, los he denominado- a propósito de dos obras centradas en la práctica de la meditación contemplativa, ambas anónimas inglesas del siglo XIV, que habían llamado mi atención en la biblioteca de la Reina de las Tempestades: La Nube del No-Saber y el Libro de la Orientación Particular. En un descanso del trabajo, me asomé al ventanal que ilumina mi aposento para disfrutar del paisaje y divisé la figura de Merlín caminando pausadamente, pero a pasos largos, como acostumbra, en dirección al océano, que dibuja su estampa cerca del castillo donde los dos residimos durante nuestra estancia en Ávalon. Sin pensarlo dos veces, abandoné cuanto tenía entre manos y salí disparado de la habitación dispuesto a darle alcance antes de que su rastro se perdiera en uno de los muchos recodos y vías alternativas que adornan la costa. Cuando logré tenerlo a tiro de piedra, grité su nombre:

-¡Merlín!-, me salió con tintes jadeantes, pues, más que andar, casi trotaba en mi afán de reducir su ventaja.

De inmediato y sin dejar de caminar, giró su marcha 180 grados, orientando su rumbo en dirección a mí. Tuve la certeza de que, antes de lo que llamara, sabía de sobra que lo seguía.

-Buenos días, Emilio. Qué alegría verte-, me saludó agitando el largo bastón de madera de almez que hacía con su mano derecha, mientras descansaba la otra en la parte de arriba de una especie de zurrón pardo que colgaba de su hombro izquierdo. -Has aparecido justo cuando pensaba lo bien que me vendría compañía en la ruta por los acantilados a la que quiero dedicar la mañana. ¿Te apetece venir conmigo?-.

-Claro que sí. Hace unos días que deseo que charlemos. Te he visto desde mi cuarto y no he dudado en salir detrás de ti. La senda de los acantilados es un marco idóneo para plantearte algunas preguntas derivadas de una reciente conversación que he mantenido con Nimue-.

-¡Pues a qué esperamos!-, exclamó con voz muy alta.

El litoral de la Isla de Cristal experimenta una curiosa transformación a la altura del Castillo de las Reina de las Tempestades. Hacia el norte de la teórica línea recta que conforma con el mismo, se extiende una alfombra de playas lisas y suaves y arenas blancas que se prolonga durante kilómetros. En cambio, hacia el sur, arranca de improviso una batería de elevados acantilados por cuyos enfilados bordes es posible pasear, oteando pequeñas calas de acceso imposible, salvo para las gaviotas, y, sobre todo, espectaculares desprendimientos que, al caer a las aguas marinas, han formado numerosos islotes, de muy diversos tamaños, con grandes rocas diseminadas que salpican la costa. Impresionantes vistas jalonan todo el recorrido que se desenvuelve durante cuarenta kilómetros, aunque Merlín había previsto una ruta de ida y vuelta hasta el Templo de la Roca, un antiquísimo lugar de culto druida colgado sobre uno de los acantilados y a poco menos de siete mil metros de distancia.

-La marcha hasta el Templo es muy segura, a pesar de lindar con los desfiladeros-, fue Merlín quien inició la plática. –No obstante, no te asomes demasiado a los bordes, porque la piedra es porosa y en cualquier momento se puede desprender. Y ten en cuenta que a veces las piedras, debido a la erosión del mar, que ha penetrado por el subsuelo, se desprenden hacia el interior, conformando lagares, es decir, hondos agujeros. Algunos son enormes. Pero otros son pequeños y apenas se atisban-.

Absorto en el camino, viví aquel presente disfrutando de la belleza que penetraba a raudales por mis ojos y del profundo sonido y olor a mar que impregnaban el ambiente. El Sol refulgente, el cielo abierto en canal de luz, el azul oscuro, casi añil, de un océano que simulaba ser infinito, las altas olas que parecían nacer por arte de magia en la lejanía del horizonte, el bailar de cientos de gaviones (gaviotas de la especie Larus Marinus, me informó Merlín) planeando su vasta envergadura sobre nuestras cabezas, la hermosa vegetación de mimosas que se deslizaba por los barrancos, pequeños tejones (aquí los llaman tasugos) que a veces mostraban entre las plantas sus prominentes hocicos,… . Todo era un pletórico regalo de la Naturaleza que, siendo la vida misma, cantaba con energía a la vida.

Casi sin darnos cuenta, llegamos al Templo de la Roca, donde Merlín propuso que descansáramos un rato y aprovecháramos para tomar un tentempié. Nos sentamos en el amurallamiento que hace de linde del recinto por el lado en el que se asoma en altura al mar. El Gran Mago depositó con cuidado en el suelo el zurrón que traía consigo y extrajo de él dos pequeñas garrafas de barro, como de un litro de capacidad cada una:

-Es la mejor cerveza que beberás en tu vida-, me indicó a la par que me ofrecía una de las garrafas. –Me ensañaron a fabricarla hace varios siglos unos monjes germanos. Como los antiguos babilonios y otras culturas arcaicas, estos clérigos consideraban a la cerveza una bebida sagrada. Está hecha con mucho lúpulo, lo que no sólo le da sabor y consistencia, sino que, además, contribuye a la longevidad. Aunque esto, a mí, no me hace falta, ja, ja, ja…-

Como siempre, su risa era franca y estridente. Y la cerveza estaba espléndida. Con su sabor en la boca y su influjo en la mente, creí llegado el momento de abordar a Merlín con las diatribas que pululaban en mi interior. Antes mis preguntas, él fue directo al grano:

-Empezando por los nefilim o anunnaki, estos, efectivamente, llegaron a la Tierra desde Nibiru, pero sus ancestros remotos procedían de Orión, lo que explica que algunos pueblos antiguos los denominaran también Uros. En cuanto a la manipulación genética que llevaron a cabo sobre primates hominoideos, es crucial que sepas que fue contemplada con suma atención por otras civilizaciones extraterrestres con una evolución espiritual muy por encima de la de ellos y una visión de la ciencia fundamentada en esa misma espiritualidad, por lo que su tecnología era, lo es también ahora, de perfil interdimensional, exponencialmente superior a la derivada de cualquier clase de avance “técnico”. Específicamente, el experimento de los nefilim fue observado muy de cerca por seres de Sirio, la quinta estrella más cercana a nuestro sistema solar, aunque realmente es una estrella binaria, Sirio A y Sirio B. Se trató, en concreto, de seres a los que los Anales que custodiamos en Ávalon dan el nombre genérico de Hab, provenientes del tercer planeta de los que giran en torno a Sirio B. Y su interés no fue fruto de la curiosidad, sino que obedeció a una razón de indudable calado-.

Merlín se calló de improviso. Bebió un largo trago de cerveza, se mesó con parsimonia su barba nevada por el tiempo y fijo la mirada en el océano. Tuve la seguridad de que esperaba que yo continuará su línea argumental. Pero era la primera vez que tenía acceso a los conocimientos que me estaba transmitiendo. O, al menos, eso creía. Así que me mantuve en silencio hasta que volvió a tomar la iniciativa haciéndome una pregunta que me desconcertó:

-En tu memoria interior y trascendente, Emilio, ¿no atesoras alguna reminiscencia de tales avatares?-.

-¿Reminiscencia? No sé a qué te refieres-, le respondí con voz queda.

-Bueno. Todo llegará-, dijo en un tono que interpreté entre lo burlón y lo intrigante.

Y otra vez silencio. Ante lo que, nuevamente, opté por no pronunciar palabra. La verdad es que me sentía confuso y hasta algo incómodo. Por fin, Merlín retomó su exposición:

-Nuestro sistema solar, Oort u Ors, no se halla estático en la Vía Láctea, sino que viaja por ella, moviéndose elípticamente con relación al Centro Galáctico. Y este viaje cósmico no lo hace en solitario, sino en compañía de un pequeño grupo de sistemas solares, Sirio entre ellos, con los que conforma un “paquete” o “cluster” sistémico, cual viajeros dentro de un automóvil o un tren. Todos juntos y en sintonía, como buenos hermanos, orbitan con respecto al Centro Galáctico siguiendo idéntica ruta-.

-Sí, esto sí lo sabía-.

-Ya, pero lo más importante no son las repercusiones físicas o astrofísicas de tal hecho, sino sus impactos energéticos y espirituales, pues todas las formas de vida que bullen en ese “cluster”, la infinidad de modalidades de existencia que conviven en los sistemas, astros, soles, planetas y satélites que lo configuran, guardan una íntima relación, una estrechísima interacción de carácter consciencial-.

-¿Consciencial?-, le inquirí para animarle a que ahondara en sus argumentos.

-Mira, los seres humanos han comenzado a entender que hay una interrelación entre cada miembro de una especie animal cualquiera y la totalidad de sus componentes. La teoría de los llamados campos mórficos y morfo genéticos lo ilustra muy bien. En otra ocasión podemos departir sobre ella. Ahora lo que te quiero subrayar es que, igualmente, existe una interacción constante y permanente entre cada persona y los demás seres humanos que configuran la Humanidad. Es más, del mismo modo, también hay una estrecha interconexión entre la Humanidad y la Madre Tierra. Y tal interrelación se extiende desde la Tierra a la globalidad de Oort y al referido cluster de sistemas solares. Todo está espectacularmente interconectado, como una gigantesca red de influencias e interdependencias mutuas-.

-Y, por lo que antes apuntaste, no es una interacción meramente biológica y material, sino mucho más profunda, de tipo consciencial, como tú la has denominado-.

-¡Exacto! En particular, el citado cluster de sistemas solares y todos los astros y modalidades de vida que lo pueblan formamos una inmensa y holística red consciencial. Como tal, viajamos de la mano por la Vía Láctea. Y lo que sea de los unos, repercute en los otros, pues en el Universo rigen dos reglas cosmogónicas bien conocidas por los seres de mayor avance espiritual: todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es a su vez el Todo; y los saltos evolutivos conciénciales, de una dimensión de existencia a otra, no son individuales, sino grupales, requiriéndose que en el grupo o suma en cuestión se configure una masa crítica mínima de consciencia para que el salto sea factible. En nuestro caso, el grupo no es la Humanidad, ni Gaia, ni siquiera Oort, sino el colosal hervidero de vida que constituye el cluster de sistemas solares del que venimos hablando-.

-¿Por esto los seres de Sirio estuvieron muy atentos al experimento genético de los anunnaki?-.

-¡Imagínate! Por intereses puramente materiales, los nefilim estaban propiciando el surgimiento en la Tierra de una nueva especie con capacidades físicas e inteligencia que podía ser muy beneficiosa para la evolución consciencial del planeta, de Oort y, por ende, del paquete de sistemas en el que el propio Sirio se integra. La protohistoria de Gaia y Oort, que se hunde hace miles de millones de años, está cargada de incidentes y anomalías que habían impedido un discurrir consciencial equiparable al acontecido en Sirio y otros sistemas del cluster. Ante ello, los sirianos contemplaron el experimento anunnaki como la oportunidad de hacer algo al respecto. Ellos nunca hubieran interferido en la evolución del planeta mediante manipulaciones genéticas de sus habitantes. Es algo que choca frontalmente con su percepción espiritual de las cosas. Pero, por lo mismo, tampoco podían evitar las actuaciones de los nefilim. Así que, dada la situación, decidieron fomentar el grado de consciencia de los homínidos creados por los anunnaki-.

El Gran Mago derrochaba entusiasmo en cada una de sus palabras y, si bien gesticulaba parsimoniosamente, denotaba alegría y jovialidad. Por mi parte, sentía cada vez más claramente una extraña sensación que me bullía profundamente, difícil de conceptualizar con palabras. Me dije a mí mismo que era como si empezara a despertar de una larga, muy larga amnesia. Me distraje unos instantes en mi interior, pues quería descifrar esa peculiar sensación. Cuando volví del ensimismamiento, me encontré a Merlín muy cerca y mirándome a directamente a los ojos, casi introduciéndose por ellos para saber lo que me ocurría por dentro. Sonrío levemente. Lo mismo hice yo y retomé la conversación con una pregunta cuya respuesta intuía no me era en absoluto ajena:

-¿Cómo se las arreglaron los seres de Sirio para impulsar consecuencialmente a los recién creados homínidos?-.

-De una manera no demasiado complicada para ellos, pero casi incomprensible desde la mentalidad humana actual. Llegó a la Tierra una primera comitiva procedente, como te señalé antes, del tercer planeta de Sirio B. Nuestros Anales precisan que la componían 32 seres, repartidos por igual entre machos y hembras y que componían una familia según los usos del planeta en cuestión. Su altura física era semejante a la de los anunnaki, pero con una biología mucho más sutil, menos densa, en concordancia con su mayor evolución consciencial. Y, sencillamente, se dejaron “morir”, transfiriendo sus almas a homínidos. Así, estos tenían cuerpos de homínidos, pero almas “viejas”, de alto nivel vibratorio y consciencial que ayudarían a sus congéneres, los seres humanos, a avanzar en el plano espiritual-.

-Y esto ocurrió en el año 198.295 a.c.-, le apostillé rememorando la velada con Nimue.

-Sí. En el presente continuo en lo que lo eterno se desenvuelve, ese fue el precioso momento en el que almas que habían estado encarnadas en habitantes de Sirio, auténticos seres de luz, se encarnaron por vez primera en humanos. Los anunnaki ni sabían de qué iba la cosa. Pero almas de una elevada gradación vibracional y espiritual se encarnaron en cuerpos muy toscos, los homínidos, con la finalidad de que la nueva especie estuviera en condiciones, con el paso de los milenios, de aportar fuerza consciencial al planeta, contribuyendo a la configuración de la citada masa crítica en el cluster de sistemas solares al que el propio Sirio pertenece-.

-Es muy bello, Merlín, pero resulta increíble. Ninguno de mis “paisanos” me creará cuando se lo cuente-, le expresé en tono de humor, pero con sinceridad.

-Pues a lo mejor te llevas una sorpresa, pues son muchos los seres humanos actuales cuyas almas estuvieron antes encarnadas en Sirio. De hecho, a aquellos 32 le siguieron otros 64, que hicieron lo mismo. Y a partir de ahí, las almas antes encarnadas en seres de Sirio, y ahora en homínidos, se fueron incrementando exponencialmente cada dos mil años aproximadamente: 128, 256, 512, 1024, 2048,… Si coges la calculadora y efectúas las operaciones, constatarás que de esa manera se pueden transferir 250 millones de almas en menos de 50.000 años. Y no fueron necesarias en tal número, pues el crecimiento demográfico de los homínidos fue mucho más lento. Sólo contemporáneamente, casi 200.000 años después de aquellos sucesos, la población mundial ha aumentado exponencialmente en menos de dos siglos: 1.000 millones de personas en 1850; 2.000 millones en 1925; 4.000 millones, en 1965; y 8.000 millones que se prevén para el año 2035. Son tantas las almas, querido Emilio, que anhelan encarnarse en el ahora de este planeta…-.

-Esto me recuerda algo que leí en un libro de Carl Sagan-, lo interrumpí. –Este divulgador científico elaboró la llamada Escala Sagan. En ella se describe la existencia en el Cosmos de varios niveles de inteligencia: Nivel 0, correspondiente a la humanidad de hoy; Nivel 1, con más desarrollo técnico; Nivel 2, seres con mucho mayor progreso tecnológico, pero que han perdido facultades emotivas, sentimientos y capacidad de amor; Nivel 3, modalidades de existencia que han logrado un desarrollo espiritual y esto le ha abierto las puertas a adelantos inalcanzables desde el punto de vista de la dinámica tecnológica y material; y Nivel de Inteligencia Interdimensional, cuyas características vibracionales y espirituales escapan de la comprensión humana. En este escala, Merlín, ¿dónde están los sirianos y dónde los humanos?-.

-Ellos, en el N3. Vosotros, en el N0-, respondió tajantemente.

-O sea, que almas de alto rango vibratorio y trascendente encarnadas en seres de nivel 3 pasaron a estarlo en seres situados biológicamente en el nivel 0. Y ello con la finalidad de que la nueva Humanidad, surgida de la manipulación genética de los nefilim, gozara de un desarrollo espiritual capaz de aportar energía consciencial a la Tierra, Ors y al cluster de sistemas solares, contribuyendo a que éste alcance la reiterada masa crítica que permita el salto interdimensional del cluster en su conjunto-.

-No lo podría haber sintetizado mejor. Aunque debo completarlo con otro dato: las almas antes encarnadas en seres Nivel 3 y ahora en Nivel 0 no sólo apoyan la evolución de la Humanidad y Gaia en los términos que tú has sintetizado, sino que, igualmente, viven de ese modo una experiencia que, volviendo a la Escala Sagan, les prepara para saltar al Nivel de Inteligencia Interdimensional. Expresado coloquialmente: el alma de elevada evolución espiritual que, al encarnarse en ser humano y, a pesar de la densidad de la existencia en la Tierra y la enorme carga de dualismos que la caracterizan, es capaz de actuar en este mundo desplegando Amor Incondicional, está mostrando su capacidad para pasar a encarnarse en modalidades existenciales de Inteligencia Interdimensional. Es una especie de “examen final” que el alma se pone a sí misma: habiendo evolucionado vibracional y espiritualmente hasta llegar a encarnarse en modalidad de existencia N3, pasa a una forma de vida N0 para comprobar que, incluso en esas condiciones “adversas”, es capaz de hacer valer sus más elevados atributos y potestades, encuadrables en el concepto de Amor Incondicional, y de trabajar no “para ella”, sino de manera creadora al servicio de la consciencia del planeta y la suma en la que se integra-.

-Pero, Merlín, si esto es así y tantas almas muy evolucionadas subyacen en seres humanos, ¿cómo se explica que la Humanidad sea tan materialista y nuestro mundo esté tan lleno de dolor e injusticias y tan falto de Amor-.

-Me encanta tu perspicacia. Y te podría dar cuantiosos detalles al respecto que tienen mucho que ver con lo que ha acontecido en la Tierra y a la Humanidad en los últimos 150.000 años. Pero, para no apartarnos del hilo de nuestra conversación, te lo resumo con una única expresión: el Gran Olvido-.

A Merlín no le pasó inadvertida mi cara de pasmo. Quizá por ello siguió hablando con voz aún más sosegada que la que venía usando:

-Un Gran Olvido provocado por la densidad del mundo tridimensional y la fuerza de arrastre de las oposiciones y dicotomías (bueno y malo, alto y bajo, superior e inferior, positivo y negativo,…) que en él campan a sus anchas. Bajo su influjo, almas tan avanzadas se han enredado en las experiencias de dualidad y extraviado la noción de Unidad de cuanto existe; se han identificado con una realidad puramente virtual, ilusoria, fragmentada, perecedera y efímera; y han quedado engatusadas con los anhelos y apegos materiales, tanto los que proporcionan placeres como los que originan sufrimientos, que más atan los segundos que los primeros. El libre albedrío preside la Creación. Y haciendo uso de él, han olvidado su auténtica Esencia y el verdadero propósito de su encarnación en la Tierra: desplegar el Amor Incondicional en un escenario hostil, Amor contra Resistencia, como modo de aportar consciencia al planeta y, a la par, auto probarse que están en condiciones de saltar al Nivel de Inteligencia Interdimensional. Han perdido la consciencia de su naturaleza divina, eterna y omnipotente; y se hunden en los miedos y en el desconcierto cuando ésta aflora mediante intuiciones, sensaciones e inspiraciones-.

No sabía que decir, ni me apetecía decir nada. Necesitaba silencio para asimilar tanta información. Además, las garrafas estaban vacías y el mediodía ya había sido sobrepasado. Era momento de retornar al Castillo de las Reina de las Tempestades. Nos pusimos de pie dispuestos a volver sobre nuestros pasos. No obstante, Merlín me pidió que meditáramos, aunque fuera poco tiempo, dentro del Templo de la Roca. Entre sus paredes estuvimos un buen rato. Al concluir y antes de salir del recinto, el Gran Mago me dijo:

-¿Sientes la energía que emana de este lugar?

-Sí, con fuerza-, le contesté de inmediato, pues ciertamente la había notado durante la meditación.

-Junto al Gran Olvido, que es un fenómeno mayoritario, siempre ha habido también almas despiertas. Y hace mucho tiempo que actúan para que el despertar sea masivo. La construcción de sitios como este obedece a tal objetivo de mantener vivos determinados saberes y energías. Y otras muchas cosas se han hecho con idéntica meta. Gracias a esto, en la actualidad hay un número significativo de seres humanos, esparcidos por el planeta, que han superado el Gran Olvido. Y, aunque algunos ni siquiera se den cuenta, están uniendo sus fuerzas en forma de red consciencial para que la Humanidad y el planeta entero puedan aprovechar la oportunidad que el momento presente representa-.

-¿A qué te refieres?-, le interrogué intrigado.

-Tiene que ver con el tránsito del cluster de sistemas solares por la Vía Láctea y con la aplicación analógica del célebre principio hermético de cómo es arriba es abajo, y viceversa. Piensa en el cuerpo humano y proyecta su funcionamiento a escala galáctica. Y, así como la sangre en su circulación atraviesa los pulmones, que la oxigenan y la limpian, ese paquete de sistemas solares pasa, periódicamente, muy cerca del Centro Galáctico, rozándolo, y recibe de éste una colosal fuerza energética regeneradora de espectro electromagnético y vibracional. A su vez, los soles que se integran en el cluster distribuyen esta fuerza entre los planetas que giran en sus respectivos sistemas. Y, por fin, cada planeta impregna con la misma energía vibracional y frecuencial a los seres que lo habitan

-¿Cómo funciona esto exactamente en el caso de la Tierra y los seres humanos?

-Muy sencillo. La Tierra acumula principalmente esa fuerza en la ionosfera. Y los humanos la recibís por medio de la glándula pineal, que es una auténtica antena de radiofrecuencia, lo que, en función de vuestro grado consciencial y mayor o menor estado consciente, activa componentes durmientes de vuestro ADN, concretamente de ese 97% del mismo que algunos genetistas tildan de “chatarra” y que, en verdad, es un ADN sutil e inefable, depositario de capacidades y facultades impensables para la Humanidad actual-.

El Gran Mago hizo una pausa y me escrutó con la mirada para percibir el impacto que lo que acaba de enunciar había tenido en mí. Me limité a gesticular para que no interrumpiera su exposición:

-Por tanto, Emilio, cada paso del cluster de sistemas solares por el Centro Galáctico representa una bella y espléndida ocasión de salto consciencial para el conjunto de mundos y modalidades de existencia que lo pueblan. Pero como existe una interacción entre todas, su mejor rentabilización energética acontece cuando la totalidad del cluster ha alcanzado una determinada masa crítica consciencial. De ahí la significación que para los sirianos ostenta lo que ocurre en la Tierra, y viceversa.

-Pero mientras que nosotros no somos conscientes de algo tan espectacular y maravilloso, ellos sí lo son-, apostillé.

-Y, en estos momentos, el cluster de sistemas se está acercando a enorme velocidad al Centro Galáctico. Es algo que ocurre cada 13.000 años. Ahora vuelve a repetirse. Y numerosos seres de muchas modalidades de existencia se han movilizado para que la Tierra y Oort aprovechen esta oportunidad. Ha sido un trabajo concienzudo y meticuloso, de carácter energético, que ya está concluido. Sólo queda esperar los resultados, que dependerán, en última instancia de lo que hagan los propios habitantes de Gaia, en general, y la Humanidad, en particular-.

-¿Me estás diciendo, Merlín, que tanto la Humanidad como el planeta que nos acoge nos acercamos a una especie de hito histórico, a una gran oportunidad de cambio-.

-No es ya futuro, sino presente, Emilio. Son tiempos extraordinarios, cargados de posibilidades para comprender y descubrir las verdades eternas que cada uno guarda en su interior y actuar en consonancia con ellas. Y el Universo es el cómplice de los seres humanos para que superen el Gran Olvido, para que despierten las conciencias y para que los corazones se abran hacia una transformación evolutiva superior. Para conseguirlo, la traba más notable no es la ignorancia, sino el miedo y el falaz sentimiento de culpa. El Poder de Decisión y el Maestro están en cada ser humano. No hay que tener miedo a equivocarte. El miedo frena, inhibe y te ata a lo ya conocido, aunque no te guste. El miedo y el sentimiento de culpa cierran los ojos a un presente espléndido, donde tú y todos… juntos, seremos los hacedores de Milagros-.

Las palabras del Gran Mago agitaban mi interior y humedecían mis ojos. Allí, en el Templo de la Roca, lo había entendido todo, todo había encajado Se puso exactamente frente a mí, con sus ojos a la altura de los míos, y su voz retumbo con potencia en mis oídos y en mi interior:

-Tienes que reinventarte. Es necesario y puedes hacerlo. Es un momento único para conseguirlo. Debemos ascender sobre la opaca densidad que ha cubierto al planeta. Acepta la Luz que está llegando, vívela, deja que te inunde y que conecte con tu chispa divina. Gaia ascenderá, y nosotros con ella, elevando su nivel de vibración de la tercera a la cuarta y quinta dimensión. Y tú eres un receptor adecuado para sintonizar con su nueva frecuencia. Abre tu corazón hacia esta nueva realidad y, simplemente, sé lo que eres. Es el momento de Ser-.

Me abracé con fuerza a Merlín y noté como él se volcaba, igualmente, en mí. Enlace mi brazo izquierdo con el derecho suyo. Y así hicimos el trayecto de retorno al castillo. Sin conversación, sin palabras. Ya no eran precisas. Sentí como los brazos no sólo unían nuestros cuerpos, sino nuestras almas sirianas.



EMILIO CARRILLO

Continuará

Crónicas De Avalon, Parte 1: La Isla De Cristal, Parte 2: Ritmo De Vida, , Las Crónicas De Avalon, Parte 3: Merlín, Emilio Carrillo

http://hallegadolaluz.blogspot.com/2013/01/cronicas-de-avalon-parte-1-la-isla-de.html

CRÓNICAS DE AVALON PARTE 4. IAPETUS Y NIBIRU, CRÓNICAS DE AVALON PARTE 5. VIAJE AL CENTRO GALÁCTICO Y A MI INTERIOR

http://hallegadolaluz.blogspot.com/2013/01/cronicas-de-avalon-parte-4-iapetus-y.html

CRÓNICAS DE ÁVALON PARTE 7. VAMOS A CONTAR MENTIRAS

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CRÓNICAS DE ÁVALO 8. PRÁCTICA DEL AHORA (1/2)

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CRÓNICAS DE ÁVALON 9. HO´OPONOPONO

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Crónicas de Ávalon: 10. Campos morfogenéticos , 11. DIMENSIONES Y Síntesis del texto original con audios

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CRÓNICAS DE AVALON 12. EL PRINCIPIO HOLOGRÁFICO

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CRÓNICAS DE ÁVALON 13. EL GRAN TEATRO DEL MUNDO

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